14 agosto 2016

Un poco de mucha ciencia I: Glucosa


Traducción de Eva B.




El hígado es grande y está al mando. Este órgano de color marrón rojizo está situado en la parte superior derecha del abdomen y con un peso aproximado de kilo y medio, es el mayor de todos los órganos internos. Realiza un número increíble de tareas, incluyendo digerir las grasas, producir y almacenar glucosa, y servir como centro de desintoxicación del cuerpo. Un mal funcionamiento del hígado puede provocar el desarrollo de diabetes de tipo 2 o empeorar los altos niveles de glucosa en sangre en aquellos que ya tienen la enfermedad. 

Los médicos saben muchas cosas acerca de cómo funciona el hígado, pero no todas. Hoy nos centraremos en cómo procesa los carbohidratos que comemos.

El funcionamiento del hígado depende de los niveles de insulina en el cuerpo y de lo sensible que sea el hígado a dicha hormona. Después de comer los niveles de glucosa en sangre suben, lo que, en personas sin diabetes, provoca que el páncreas segregue insulina, que es la señal para que el cuerpo absorba dicha glucosa, que muchas células usan para conseguir energía.

Pero el hígado realiza un trabajo especial cuando se trata de la glucosa. Cuando los niveles de glucosa (y por lo tanto de insulina) son altos en sangre, el hígado responde absorbiendo glucosa y la almacena en paquetes llamados glicógeno. Estos gránulos de glucosa llenan sus células, como si se tratara de un almacén para el exceso de glucosa.

Cuando los niveles de glucosa descienden, también lo hace la producción de insulina. La falta de insulina en sangre es la señal de que el hígado debe liquidar sus activos, enviando los paquetes de glucosa de nuevo a la sangre para mantener al cuerpo activo entre comidas y durante la noche.

El hígado libera la glucosa almacenada y además posee la habilidad de producir glucosa de la nada, que es la función que mantiene viva a la gente cuando hay escasez de comida. Sin embargo, en personas con diabetes, no procesa ni produce glucosa con normalidad, lo que agrava el problema de controlar los niveles en sangre.

El hígado no puede detectar directamente los niveles de glucosa en sangre, sólo sabe lo que le dice la insulina. Si hay un déficit de insulina o el hígado no la detecta, el hígado entiende que el cuerpo necesita más glucosa, aunque los niveles en sangre ya sean elevados. Por eso las personas con diabetes pueden tener niveles estratosféricos de glucosa aunque no hayan comido nada en las últimas horas. El hígado también es responsable de los niveles peligrosamente altos de glucosa en sangre de las personas que sufren cetoacidosis diabética, una enfermedad en la que hay tal falta de insulina que el cuerpo no puede procesar la glucosa en forma de energía y en lugar de ello usa la grasa. Las cetonas, productos de desecho que se generan cuando el cuerpo metaboliza las grasas, pueden resultar tóxicas en grandes cantidades.  





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