Hablando en 1º de ESO del trabajo que tienen que hacer durante las navidades, uno de los alumnos me cuenta que fue hace unos meses al médico y le diagnosticaron hígado graso.
1º de ESO. 12 años.
Una enfermedad sólo observada hasta ahora en alcohólicos de largo recorrido.
Y el crío está normal, no está especialmente obeso ni nada.
Miles de razones por las que deberías descartar el azúcar de tu dieta.
Basado en las conferencias del Dr. Robert Lustig, y unas cuantas visitas al supermercado.
Mostrando entradas con la etiqueta hígado graso. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta hígado graso. Mostrar todas las entradas
19 diciembre 2016
23 agosto 2016
¿Por qué es mala la fructosa?
El azúcar (sucrosa) y el jarabe de maíz de alta fructosa aportan una parte significativa de las calorías totales en una dieta occidental estándar. Los dos están formados por dos azúcares simples, glucosa y fructosa.
La glucosa podemos encontrarla en la naturaleza en el almidón, en alimentos como las patatas o los cereales. Nuestro cuerpo la produce, y todas las células en la faz de la tierra contienen glucosa. Es una molécula esencial para la vida. Sin embargo, la fructosa no lo es. Los humanos no producen fructosa, y durante toda su historia evolutiva no la han consumido nunca, excepto de forma ocasional cuando la fruta estaba madura.
La glucosa y la fructosa se metabolizan de forma completamente distinta en el organismo. La clave reside en el hecho de que, mientras todas las células del cuerpo pueden usar la glucosa, el hígado es el único órgano que puede metabolizar cantidades significativas de fructosa. Cuando la gente come una dieta rica en calorías y en fructosa, el hígado se sobrecarga y empieza a convertir la fructosa en grasa.
Dr. Lustig y otros científicos creen que el exceso de fructosa es el detonante de muchas de las enfermedades más serias de hoy en día, como la obesidad, la diabetes tipo 2 y los problemas cardiovasculares. Según sus observaciones, comer altas cantidades de fructosa en forma de azúcar añadido puede:
- Hacer que el hígado sintetice grasa, parte de la cual se exporta en forma de colesterol y triglicéridos, provocando la acumulación de grasa alrededor de los órganos, y en último caso un fallo cardíaco.
- Incrementar los niveles de ácido úrico en sangre, provocando gota y una elevada tensión arterial.
- Provocar la acumulación de grasa en el hígado, pudiendo causar la enfermedad del hígado graso.
- Causar resistencia a la insulina, que provoca obesidad y diabetes de tipo 2.
- La resistencia a la insulina provoca el aumento de la proteína IGF-1 en todo el cuerpo (factor de crecimiento insulínico tipo 1), y con ello el riesgo de sufrir cáncer.
- La fructosa, al contrario que la glucosa, no activa la leptina (la hormona que regula el apetito), haciendo que consumamos más calorías de lo normal. Un exceso de fructosa puede provocar resistencia a la leptina, contribuyendo al aumento de la obesidad.
Si el hecho de que pueda provocar obesidad, cáncer, problemas cardiacos y diabetes no es razón suficiente para dejar de consumir azúcares añadidos, no sé qué lo es entonces.
De acuerdo, todo esto no ha sido demostrado más allá de toda duda en ensayos clínicos, pero las evidencias actuales son muy fuertes y apuntan en dicho sentido.
Es importante tener en cuenta que todo esto no se aplica a la fruta. La fruta no es una bolsa de fructosa, sino comida con bajos niveles energéticos y montones de fibra. Tendríamos que comer cantidades ridículas para que la fructosa resultara dañina. Los efectos perjudiciales de la fructosa se aplican a la dieta occidental con un exceso de calorías y azúcares añadidos, no a los azúcares presentes de forma natural en frutas y verduras.
Artículo original en inglés
La glucosa podemos encontrarla en la naturaleza en el almidón, en alimentos como las patatas o los cereales. Nuestro cuerpo la produce, y todas las células en la faz de la tierra contienen glucosa. Es una molécula esencial para la vida. Sin embargo, la fructosa no lo es. Los humanos no producen fructosa, y durante toda su historia evolutiva no la han consumido nunca, excepto de forma ocasional cuando la fruta estaba madura.
La glucosa y la fructosa se metabolizan de forma completamente distinta en el organismo. La clave reside en el hecho de que, mientras todas las células del cuerpo pueden usar la glucosa, el hígado es el único órgano que puede metabolizar cantidades significativas de fructosa. Cuando la gente come una dieta rica en calorías y en fructosa, el hígado se sobrecarga y empieza a convertir la fructosa en grasa.
Dr. Lustig y otros científicos creen que el exceso de fructosa es el detonante de muchas de las enfermedades más serias de hoy en día, como la obesidad, la diabetes tipo 2 y los problemas cardiovasculares. Según sus observaciones, comer altas cantidades de fructosa en forma de azúcar añadido puede:
- Hacer que el hígado sintetice grasa, parte de la cual se exporta en forma de colesterol y triglicéridos, provocando la acumulación de grasa alrededor de los órganos, y en último caso un fallo cardíaco.
- Incrementar los niveles de ácido úrico en sangre, provocando gota y una elevada tensión arterial.
- Provocar la acumulación de grasa en el hígado, pudiendo causar la enfermedad del hígado graso.
- Causar resistencia a la insulina, que provoca obesidad y diabetes de tipo 2.
- La resistencia a la insulina provoca el aumento de la proteína IGF-1 en todo el cuerpo (factor de crecimiento insulínico tipo 1), y con ello el riesgo de sufrir cáncer.
- La fructosa, al contrario que la glucosa, no activa la leptina (la hormona que regula el apetito), haciendo que consumamos más calorías de lo normal. Un exceso de fructosa puede provocar resistencia a la leptina, contribuyendo al aumento de la obesidad.
Si el hecho de que pueda provocar obesidad, cáncer, problemas cardiacos y diabetes no es razón suficiente para dejar de consumir azúcares añadidos, no sé qué lo es entonces.
De acuerdo, todo esto no ha sido demostrado más allá de toda duda en ensayos clínicos, pero las evidencias actuales son muy fuertes y apuntan en dicho sentido.
Es importante tener en cuenta que todo esto no se aplica a la fruta. La fruta no es una bolsa de fructosa, sino comida con bajos niveles energéticos y montones de fibra. Tendríamos que comer cantidades ridículas para que la fructosa resultara dañina. Los efectos perjudiciales de la fructosa se aplican a la dieta occidental con un exceso de calorías y azúcares añadidos, no a los azúcares presentes de forma natural en frutas y verduras.
Artículo original en inglés
Etiquetas:
azúcar,
colesterol,
diabetes,
fibra,
fructosa,
fruta,
glucosa,
gota,
grasa,
hígado,
hígado graso,
insulina,
jarabe de maíz de alta fructosa,
sucrosa,
triglicéridos
16 agosto 2016
Un poco de mucha ciencia II: La glucosa se convierte en grasa
Traducción: Eva B.
Otra de las funciones claves del hígado es procesar la grasa del cuerpo. Cuando el hígado está lleno de glicógeno procedente del exceso de glucosa, empieza a convertir dicha glucosa que absorbe de la sangre en ácidos grasos, para almacenarlos de forma prolongada como grasa corporal. Los ácidos grasos y el colesterol se empaquetan y se envían al resto del cuerpo a través de la sangre. La mayor parte de ellos acaban almacenados en los tejidos adiposos.
Toda esta grasa extra que se produce en el hígado a veces provoca que el propio hígado se vuelva graso. Es una enfermedad conocida como hígado graso no alcohólico, que se presenta en personas que no beben en exceso ni tienen problemas hepáticos, en la que el hígado acumula el exceso de grasa en vez de enviarla a las células. Es una enfermedad común y afecta al 20% de los adultos y a la mayoría de las personas que sufren obesidad, diabetes o las dos cosas a la vez.
Aquí tenemos una foto comparativa de los depósitos de grasa en el hígado de una persona sin problemas y en una persona con hígado graso.
(liver = hígado, fat = grasa)
En la mayoría de la gente la enfermedad del hígado graso no presenta síntomas, pero cuando empieza a causar problemas el diagnóstico puede ser muy serio. Los casos más severos terminan en cirrosis, que puede ser mortal y necesitar un trasplante de hígado.
Una de las teorías que los científicos barajan actualmente es que el hígado graso es responsable de la resistencia a la insulina. Cuando se desarrolla resistencia a la insulina, el hígado ignora las señales para dejar de mandar glucosa a la sangre, lo que aumenta los niveles de azúcar en sangre e incrementa el riesgo de sufrir diabetes tipo 2. Varios estudios han demostrado que la gente delgada con diabetes tipo 2 tiende a tener hígados grasos. No hay ningún tratamiento contra el hígado graso, sino que normalmente los médicos recomiendan perder peso, comer bien y realizar ejercicio. Estos pasos también ayudan a controlar los niveles de glucosa en sangre, previniendo el desarrollo de diabetes de tipo 2.
En personas con una dieta "normal" (ya explicaré más adelante a qué me refiero con eso), es muy poco probable que el hígado se llene de glicógeno y por lo tanto comience a enviar paquetes de grasa al cuerpo. La glucosa permanece almacenada en el hígado como glicógeno y no se produce trastorno alguno.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)