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02 julio 2017

Helado Royal (preparado para)

Otro producto cuyo nombre nada más hace que se me pongan los pelos como escarpias. ¿Le echas unos polvitos a la leche y sale helado? ¿Qué polvitos se le puede echar a la leche para que salga helado?


ROYAL preparado para helado de vainilla con trocitos de oreo caja 175 gr




Ingredientes:
Preparado en polvo para hacer helado con sabor a vainilla: Jarabe de glucosa, dextrosa (glucosa), azúcar, inulina (se usa como sustitutivo de las grasas y para dar textura), LECHE desnatada en polvo, manteca de coco totalmente hidrogenada, emulgente (monoglicéridos y diglicéridos de ácidos grasos), proteínas de la LECHE, estabilizantes (E-410, E-340), aromas.

Galletas de cacao partidas a trocitos: Harina de TRIGO, azúcar, grasas vegetales (palma, palmiste), cacao magro (1,3%), jarabe de glucosa y fructosa, almidón de TRIGO, gasificantes (bicarbonato de potasio, bicarbonato amónico, bicarbonato de sodio), sal, emulgentes (lecitina de SOJA, lecitina de girasol), aroma. PUEDE CONTENER FRUTOS DE CÁSCARA Y HUEVO.


Pues así por encima y sin indagar demasiado: esto es azúcar. Puro y duro. Cuatro tipos distintos de azúcar, enmascaradas bajo diferentes nombres, más dos tipos de grasas de las malas. Manteca de coco totalmente hidrogenada y aceite de palma, que según los últimos estudios también es malo para la salud.

¿Y los porcentajes? Y aquí es donde nos la quieren colar, y gorda, por no soltar una bordería que igual hay niños pequeños. La información nutricional viene expresada por raciones de 62.5 gr, en los cuales se ha añadido la leche entera que se usa para prepararlo. Es decir, no es la información del sobre que te venden, sino del preparado final.






Porque la última vez que yo lo comprobé, 62.5 · 6 = 375 = 175 gr de producto + 200 gr de leche

A ver si consigo hacer unos cálculos aquí. Un sobre pesa 29.17 gramos. De los 22 gramos de azúcar hay que restar los 4.5 gramos pertenecientes a la lactosa de la leche, así que tenemos un total de 17.5 gramos de azúcar, lo cual equivale a un 60% de azúcar. De la mala.

Resumiendo, el sobrecito "para preparar helado" consiste en un 60% de azúcar, harina, grasas y algo de leche desnatada y cacao.

Por favor, si estás decidido a comer guarrerías que son malas para la salud, al menos busca una buena heladería. Es lo que hago yo.



26 mayo 2017

Cruesli de Quaker, otro engaño monumental

Como todo el mundo sabe, a mí me pirran los hidratos de carbono. El azúcar no, por suerte nunca me han atraído las cosas dulces, pero dame un bollito de pan o un paquete de esos de cereales con porquerías añadidas (copos de menganito con trozos de zutanito) y un vaso de leche y ya sería feliz durante el resto de mis días.

Yo cenaría cereales todos los días. Y me los desayunaría también. Yo solía comer cereales a diario antes de que empezara toda esta cruzada contra el azúcar. Y ahora sólo los veo en los anuncios de la tele, *sniff, sniff*.

Ese es el problema. Yo quiero comer cereales, pero no que me los atiborren de azúcar sin que yo me entere, y salvo los copos de avena puros y duros, el porridge escocés de toda la vida, no hay nada más en el mercado que se pueda comprar sin remordimientos de conciencia.

Y últimamente veo en la tele los anuncios esos de Cruesli Quaker, que yo recuerdo haber comprado en el Lidl bastantes años atrás, y pienso que a lo mejor alguien ha sacado unos cereales chulos y sanos, para variar. Corriendo voy hacia la página web para investigar.



Anda, parece que hay buenas noticias. Esta es la ficha técnica general del producto, sacada directamente de la página web oficial.



Ale, un 1% de azúcares, eso significa que son cereales puros puros, de los de verdad, sin haberle echado el dichoso polvito blanco, ¿verdad?

¿Verdad?

Voy a mirar el de chocolate, porque si eso como que bajo ahora mismo y me compro todos los paquetes que encuentre.



Ingredientes:


¿Eh? Espera. El segundo ingrediente es azúcar, y el tercero también contiene azúcar. Y jarabe de glucosa también. Azúcar por un tubo.

Información nutricional:


25% de azúcar. Pues sí que ha cambiado la cosa considerablemente. 25% de azúcar. La misma porquería que todos los demás, disfrazados de algo sano.


¿Y los de frutos secos? Ingredientes: Copos de avena 33%, trigo 19%, azúcar, aceite de girasol, jarabe de glucosa... miel...





21% de azúcares. Más de lo mismo. No sé si molestarme en buscar los de frutas. Ingredientes: Copos de avena 30%, azúcar... jarabe de glucosa... miel. Sí, dulce seguro que sí que está.





27% de azúcares. Pues va a ser que estos tampoco. 

¿Y la información nutricional que aparecía al principio en la página? ¿De la única variedad sana que tienen, que deben ser los copos de avena, colocada ahí a propósito para engañar a los incautos que no se molestan en rebuscar demasiado?

Volvemos al pan integral. Que a mí me gusta, pero también los cereales.




02 septiembre 2016

Experimentando con la fructosa

Hasta ahora, la mayor parte de los regímenes de adelgazamiento se han basado en el hecho de que hay que comer menos calorías de las que gastas, y de esta forma perderás peso. El error en semejante razonamiento proviene de considerar que todas las calorías son iguales, que el cuerpo las procesa de igual manera, independientemente de dónde procedan. Y no. No es lo mismo comerse dos bocadillos de jamón que un trozo de tarta.




Hasta hace unos 500 años el azúcar de mesa, como tal, no existía. No hasta que los emigrantes europeos empezaron a explotar las plantaciones de caña de azúcar en el caribe. Hasta entonces toda el azúcar que consumíamos provenía exclusivamente de la que se encuentra en frutas y verduras... y cereales. O no. Porque sólo hace 10000 años que aprendimos a cultivarlos. Durante el millón de años anterior nuestro cuerpo no recibía nada de eso. Estábamos adaptados a vivir a base de carne, frutas y raíces. ¿Resulta tan difícil creer que no hemos tenido tiempo material (1000 años, 500 años) para adaptarnos a una nueva dieta que nos es completamente ajena? No es de extrañar que nuestro cuerpo nos saque el dedo. Tráeme un mamut.

Con un estudio de 2009 de la Universidad de California, el Dr. Davis se une al creciente grupo de científicos que demuestran que consumir jarabe de maíz de alta fructosa es la forma más rápida de destrozar tu salud. Ahora se sabe sin el menor género de duda que el azúcar añadido, en cualquiera de sus formas, nos está pasando una factura exorbitante.

Y la fructosa en cualquiera de sus variantes, incluyendo el JMAF y la fructosa cristalina, son lo peor de lo peor. La fructosa, un endulzante barato que normalmente se obtiene a partir del maíz, se usa en miles de comidas procesadas y refrescos. Un consumo excesivo de fructosa puede causar daño metabólico y desencadena los primeros estadios de la diabetes de tipo 2 y las enfermedades cardiacas, que es lo que demostró el estudio de Davis.

En dicho estudio, durante un período de 10 semanas, se sometió a 16 voluntarios a una dieta controlada con altos niveles de fructosa. Los sujetos desarrollaron nuevas células grasas alrededor del corazón, el hígado y otros órganos del aparato digestivo. También mostraron anomalías a la hora de procesar la comida, anomalías asociadas a la diabetes y las enfermedades cardiacas. Otro grupo de voluntarios con la misma dieta, pero consumiendo glucosa en lugar de fructosa, no presentó ninguno de estos problemas.

La fructosa es uno de los principales detonantes de:

- Resistencia a la insulina y obesidad
- Tensión arterial alta
- Niveles altos de triglicéridos y de colesterol malo
- Falta de vitaminas y minerales
- Enfermedades cardiovasculares, hepáticas, cáncer, artritis e incluso gota

[To be continued]

Artículo original en inglés I






01 septiembre 2016

Preparado para helado La Villa

Yo no sabía que estas cosas existían. Preparado en polvo para hacer helados de sabores. La verdad es que sólo el nombre ya echa para atrás, ¿unos polvitos de colores que se convierten en un helado? Helados de sabores.



Reconozcamos que el envase se lo han currado, porque buena pinta sí que tiene.

Hasta que le das la vuelta.



Ingredientes: Azúcar, jarabe de glucosa, aceite de palma, leche en polvo y porquerías varias.

a) Una vez más, el primer y el segundo ingrediente son azúcar, por delante de la leche. 40% de azúcar. Y ya te estás zampando, con una sola ración, toda el azúcar añadida de un solo día.
b) Los pistachos no aparecen más que en pintura, porque no lleva ni medio. Aromas y colorantes.
c) ¿Cómo va a contener trazas de frutos secos, si no le han echado nada? ¿A uno de los operarios se le cayó una almendra dentro mientras se tomaba un tentempié?

Resumiendo, azúcar con azúcar y porquerías que, oh magia, le echas leche, lo meter en el congelador y sale "helado".

Ew. Creo que paso.








23 agosto 2016

¿Por qué es mala la fructosa?

El azúcar (sucrosa) y el jarabe de maíz de alta fructosa aportan una parte significativa de las calorías totales en una dieta occidental estándar. Los dos están formados por dos azúcares simples, glucosa y fructosa.

La glucosa podemos encontrarla en la naturaleza en el almidón, en alimentos como las patatas o los cereales. Nuestro cuerpo la produce, y todas las células en la faz de la tierra contienen glucosa. Es una molécula esencial para la vida. Sin embargo, la fructosa no lo es. Los humanos no producen fructosa, y durante toda su historia evolutiva no la han consumido nunca, excepto de forma ocasional cuando la fruta estaba madura.

La glucosa y la fructosa se metabolizan de forma completamente distinta en el organismo. La clave reside en el hecho de que, mientras todas las células del cuerpo pueden usar la glucosa, el hígado es el único órgano que puede metabolizar cantidades significativas de fructosa. Cuando la gente come una dieta rica en calorías y en fructosa, el hígado se sobrecarga y empieza a convertir la fructosa en grasa.

Dr. Lustig y otros científicos creen que el exceso de fructosa es el detonante de muchas de las enfermedades más serias de hoy en día, como la obesidad, la diabetes tipo 2 y los problemas cardiovasculares. Según sus observaciones, comer altas cantidades de fructosa en forma de azúcar añadido puede:

- Hacer que el hígado sintetice grasa, parte de la cual se exporta en forma de colesterol y triglicéridos, provocando la acumulación de grasa alrededor de los órganos, y en último caso un fallo cardíaco.

- Incrementar los niveles de ácido úrico en sangre, provocando gota y una elevada tensión arterial.

- Provocar la acumulación de grasa en el hígado, pudiendo causar la enfermedad del hígado graso.

- Causar resistencia a la insulina, que provoca obesidad y diabetes de tipo 2.

- La resistencia a la insulina provoca el aumento de la proteína IGF-1 en todo el cuerpo (factor de crecimiento insulínico tipo 1), y con ello el riesgo de sufrir cáncer.

- La fructosa, al contrario que la glucosa, no activa la leptina (la hormona que regula el apetito), haciendo que consumamos más calorías de lo normal. Un exceso de fructosa puede provocar resistencia a la leptina, contribuyendo al aumento de la obesidad.

Si el hecho de que pueda provocar obesidad, cáncer, problemas cardiacos y diabetes no es razón suficiente para dejar de consumir azúcares añadidos, no sé qué lo es entonces.

De acuerdo, todo esto no ha sido demostrado más allá de toda duda en ensayos clínicos, pero las evidencias actuales son muy fuertes y apuntan en dicho sentido.




Es importante tener en cuenta que todo esto no se aplica a la fruta. La fruta no es una bolsa de fructosa, sino comida con bajos niveles energéticos y montones de fibra. Tendríamos que comer cantidades ridículas para que la fructosa resultara dañina. Los efectos perjudiciales de la fructosa se aplican a la dieta occidental con un exceso de calorías y azúcares añadidos, no a los azúcares presentes de forma natural en frutas y verduras.


Artículo original en inglés









20 agosto 2016

Un poco de mucha ciencia IV: La fructosa entra en juego


Traducción: Eva B.

El azúcar refinada o de mesa, llamada sucrosa, es mitad glucosa y mitad fructosa. El jarabe de maíz de alta fructosa es un 55% fructosa y un 45% glucosa.




El cuerpo humano metaboliza la glucosa y la fructosa, los azúcares más abundantes en nuestra dieta, de forma diferente. Prácticamente todas las células del cuerpo pueden usar la glucosa para obtener energía, pero las únicas que pueden encargarse de la fructosa son las células hepáticas. Lo que el hígado hace con la fructosa, especialmente cuando hay demasiada en la dieta, tiene consecuencias peligrosas para el hígado, las arterias y el corazón.




La fructosa fue durante mucho tiempo una parte minoritaria de nuestra dieta. A principios del siglo XX, un americano medio consumía del orden de 15 gramos de fructosa al día, la mayor parte procedente de la ingesta de fruta y verdura. Hoy en día consumimos cuatro o cinco veces esa cantidad (con una media de 73 gramos en los adolescentes), sobre todo procedente del azúcar refinado que se emplea para elaborar los cereales del desayuno, los pasteles, los refrescos, las bebidas de frutas, las salsas para la ensalada y otros productos dulces.

La entrada de fructosa en el hígado provoca una serie de reacciones químicas muy complejas. Una cuestión a tener en cuenta es que el hígado usa la fructosa, un carbohidrato, para producir grasa, en un proceso llamado lipogénesis. La mayor parte de la fructosa no se almacena en forma de glucógeno, sino que se emplea para producir grasa. Las células no pueden usar la fructosa para producir energía. Si alimentamos el hígado con suficiente fructosa, en las células hepáticas empiezan a acumularse pequeñas gotas de grasa, provocando la enfermedad del hígado graso no alcohólico, porque se parece a lo que sucede en el hígado de la gente que consume demasiado alcohol.




Virtualmente desconocida hasta 1980, la enfermedad del hígado graso no alcohólico afecta ahora al 30% de los adultos en Estados Unidos y otros países desarrollados, y entre el 70% y el 90% de las personas obesas o con diabetes.

En sus primeros estadios, la enfermedad del hígado graso es reversible, pero llegados a un punto el hígado se inflama y se produce daño (esteatohepatitis), que puede conducir a una cirrosis, una acumulación de tejido cicatrizado y por tanto la degeneración de la función hepática.




El metabolismo de la fructosa en el hígado no sólo provoca la acumulación de grasas, sino que eleva los triglicéridos, incrementa el denominado "colesterol malo", aumenta la acumulación de grasa alrededor de los órganos, incrementa la tensión arterial, provoca resistencia a la insulina e incrementa la producción de radicales libres, compuestos que pueden dañar el ADN y las células.

Los investigadores han empezado a buscar conexiones entre la fructosa, la enfermedad del hígado graso y las enfermedades cardiovasculares. Los primeros resultados coinciden con los comentados anteriormente debidos al metabolismo de la fructosa.




Un artículo publicado en 2010 en el "The New England Journal of Medicine" indicaba que las personas con enfermedad del hígado graso no alcohólico son más propensas a acumular placas de colesterol en las arterias y a desarrollar enfermedades cardiovasculares o morir a causa de ellas.

Recuerda que las mayores fuentes de fructosa son el azúcar refinado y el jarabe de maíz de alta fructosa, pero que la fruta y demás alimentos naturales no suponen ningún riesgo para la salud.

O ese paquete de fructosa pura que tienes ahí arriba. Una muerte lenta empaquetada con colorines bonitos y orgánicos. "Excellent substitute for sugar." De Guatemala a Guatepeor.




18 agosto 2016

Un poco de mucha ciencia III: Resumiendo el metabolismo de la glucosa

Vamos a repasarlo de nuevo porque esto es MUY importante, aunque no por las razones esgrimidas hasta ahora. Si este punto no queda lo suficientemente claro, no voy a ser capaz de convencerte de que TIENES QUE DEJAR DE COMER AZÚCAR !!!



"Después de comer los niveles de azúcar en sangre suben, lo que provoca que el páncreas segregue insulina como una señal para que las células absorban la glucosa, que emplearán para generar energía.

Si hay un exceso de glucosa en sangre, el hígado la absorbe y la almacena en forma de glicógeno. Cuando el hígado se llena de glicógeno, empieza a convertir la glucosa en ácidos grasos, que se almacenan en forma de grasa corporal."


Este es un proceso completamente normal y en la mayor parte de la población no ha supuesto nunca un problema, salvo los ocasionales kilitos de más antes de la operación bikini.

PS: A tener en cuenta que hasta ahora hemos hablado única y exclusivamente del papel de la glucosa. La glucosa NO es el problema.





16 agosto 2016

Un poco de mucha ciencia II: La glucosa se convierte en grasa


Traducción: Eva B.

Otra de las funciones claves del hígado es procesar la grasa del cuerpo. Cuando el hígado está lleno de glicógeno procedente del exceso de glucosa, empieza a convertir dicha glucosa que absorbe de la sangre en ácidos grasos, para almacenarlos de forma prolongada como grasa corporal. Los ácidos grasos y el colesterol se empaquetan y se envían al resto del cuerpo a través de la sangre. La mayor parte de ellos acaban almacenados en los tejidos adiposos.


Estructura química de un ácido graso

Toda esta grasa extra que se produce en el hígado a veces provoca que el propio hígado se vuelva graso. Es una enfermedad conocida como hígado graso no alcohólico, que se presenta en personas que no beben en exceso ni tienen problemas hepáticos, en la que el hígado acumula el exceso de grasa en vez de enviarla a las células. Es una enfermedad común y afecta al 20% de los adultos y a la mayoría de las personas que sufren obesidad, diabetes o las dos cosas a la vez.

Aquí tenemos una foto comparativa de los depósitos de grasa en el hígado de una persona sin problemas y en una persona con hígado graso.
(liver = hígado, fat = grasa)




En la mayoría de la gente la enfermedad del hígado graso no presenta síntomas, pero cuando empieza a causar problemas el diagnóstico puede ser muy serio. Los casos más severos terminan en cirrosis, que puede ser mortal y necesitar un trasplante de hígado.

Una de las teorías que los científicos barajan actualmente es que el hígado graso es responsable de la resistencia a la insulina. Cuando se desarrolla resistencia a la insulina, el hígado ignora las señales para dejar de mandar glucosa a la sangre, lo que aumenta los niveles de azúcar en sangre e incrementa el riesgo de sufrir diabetes tipo 2. Varios estudios han demostrado que la gente delgada con diabetes tipo 2 tiende a tener hígados grasos. No hay ningún tratamiento contra el hígado graso, sino que normalmente los médicos recomiendan perder peso, comer bien y realizar ejercicio. Estos pasos también ayudan a controlar los niveles de glucosa en sangre, previniendo el desarrollo de diabetes de tipo 2.

En personas con una dieta "normal" (ya explicaré más adelante a qué me refiero con eso), es muy poco probable que el hígado se llene de glicógeno y por lo tanto comience a enviar paquetes de grasa al cuerpo. La glucosa permanece almacenada en el hígado como glicógeno y no se  produce trastorno alguno.




14 agosto 2016

Un poco de mucha ciencia I: Glucosa


Traducción de Eva B.




El hígado es grande y está al mando. Este órgano de color marrón rojizo está situado en la parte superior derecha del abdomen y con un peso aproximado de kilo y medio, es el mayor de todos los órganos internos. Realiza un número increíble de tareas, incluyendo digerir las grasas, producir y almacenar glucosa, y servir como centro de desintoxicación del cuerpo. Un mal funcionamiento del hígado puede provocar el desarrollo de diabetes de tipo 2 o empeorar los altos niveles de glucosa en sangre en aquellos que ya tienen la enfermedad. 

Los médicos saben muchas cosas acerca de cómo funciona el hígado, pero no todas. Hoy nos centraremos en cómo procesa los carbohidratos que comemos.

El funcionamiento del hígado depende de los niveles de insulina en el cuerpo y de lo sensible que sea el hígado a dicha hormona. Después de comer los niveles de glucosa en sangre suben, lo que, en personas sin diabetes, provoca que el páncreas segregue insulina, que es la señal para que el cuerpo absorba dicha glucosa, que muchas células usan para conseguir energía.

Pero el hígado realiza un trabajo especial cuando se trata de la glucosa. Cuando los niveles de glucosa (y por lo tanto de insulina) son altos en sangre, el hígado responde absorbiendo glucosa y la almacena en paquetes llamados glicógeno. Estos gránulos de glucosa llenan sus células, como si se tratara de un almacén para el exceso de glucosa.

Cuando los niveles de glucosa descienden, también lo hace la producción de insulina. La falta de insulina en sangre es la señal de que el hígado debe liquidar sus activos, enviando los paquetes de glucosa de nuevo a la sangre para mantener al cuerpo activo entre comidas y durante la noche.

El hígado libera la glucosa almacenada y además posee la habilidad de producir glucosa de la nada, que es la función que mantiene viva a la gente cuando hay escasez de comida. Sin embargo, en personas con diabetes, no procesa ni produce glucosa con normalidad, lo que agrava el problema de controlar los niveles en sangre.

El hígado no puede detectar directamente los niveles de glucosa en sangre, sólo sabe lo que le dice la insulina. Si hay un déficit de insulina o el hígado no la detecta, el hígado entiende que el cuerpo necesita más glucosa, aunque los niveles en sangre ya sean elevados. Por eso las personas con diabetes pueden tener niveles estratosféricos de glucosa aunque no hayan comido nada en las últimas horas. El hígado también es responsable de los niveles peligrosamente altos de glucosa en sangre de las personas que sufren cetoacidosis diabética, una enfermedad en la que hay tal falta de insulina que el cuerpo no puede procesar la glucosa en forma de energía y en lugar de ello usa la grasa. Las cetonas, productos de desecho que se generan cuando el cuerpo metaboliza las grasas, pueden resultar tóxicas en grandes cantidades.  





12 agosto 2016

Azúcar: glucosa, fructosa y sucrosa.

Uno de los mayores malentendidos se generan a la hora de definir lo que entendemos por azúcar, porque solemos usar el mismo término para denominar a varias sustancias químicamente distintas.

Tanto la glucosa como la fructosa son monosacáridos, es decir, están formados por una sola molécula, aunque su composición varía ligeramente.

Lo que comúnmente llamamos azúcar, el azúcar que se consume con los alimentos, es en realidad sucrosa, un disacárido formado por la unión de una glucosa y una fructosa.




Cuando hablamos de azúcar en sangre nos referimos a los niveles de glucosa en sangre. ¿Qué sucede entonces con la fructosa que ingerimos? ¿Cómo se metaboliza en el cuerpo?