El problema surge cuando al quitar las grasas de los alimentos, también se elimina el sabor. Como indican varios expertos en la materia: los alimentos light saben a cartón y sería imposible colocarlos en el mercado porque nadie los compraría. Había que encontrar una solución para que la comida fuera sabroso, y lo más sencillo era añadir azúcar. Fructosa. Jarabe de maíz. Atiborrar los alimentos más insospechados con cantidades astronómicas de azúcar. Porque el azúcar es tan barata que ha encontrado la manera de formar parte de todo, incluso aquellos productos que por su naturaleza no deberían tenerla.
Este gráfico refleja el aumento de azúcar en Estados Unidos durante el último siglo. Las cifras se han multiplicado por cinco.
En 2002, la Organización Mundial de la Salud recomendó que un máximo del 10% de las calorías de la dieta provinieran del azúcar (unas 6-9 cucharaditas, que equivalen a 24-36 gramos). Las industrias azucareras reaccionaron y, chantajeando a la OMS con retirarles la subvención de 406 millones de euros, publicaron un nuevo informe en el que se RECOMENDABA que un 25% de las calorías diarias consumidas vinieran del azúcar. Dos veces y media la recomendación original de la OMS.
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