Lo confieso. Soy adicta. Sí, al café, eso ya lo sabe todo el mundo, esa que llega a dar clase a las dos de la tarde con el vaso (térmico, de bambú, de fibra de trigo, rosa, a lunares, con doble cámara de aire, ¿pero tú cuántos vasos de café tienes? pues no sé, porque me los regalan, igual que los peluches...) y al pan.
Soy adicta al pan. Como Michael Robinson a los percebes.
Claro que no es plan de llegar a clase con la tostada escondida dentro de la tablet. Más que nada porque luego hay que quitar las manchas de aceite o de mantequilla de la funda...
Yo viviría a base de pan. Solo, a bocados, tostado, en bocadillos, con algo por encima, o por debajo. Si se pudiera desayunar tres o cuatro veces al día... ¿quién necesita una paella cuando tienes una tostadora?
Vale, se puede desayunar tres o cuatro veces al día. Como poder hacerlo... es un país libre. Pero a no ser que inventen las tostadas de ensalada de lechuga o de filete de trucha, la verdad es que no resulta muy recomendable a la hora de intentar llevar una alimentación saludable. Y no sólo por la falta de vitaminas o proteínas animales (que después de todo, ahí tenemos la venerable y venerada tostada de aceite, tomate y jamón, que cumple casi todos los requisitos anteriores), sino porque el pan ENGORDA.
Vaaale, como dice ese viejo chiste, el pan no engorda, engordas tú. Y mucho. Por mucho que necesitemos los hidratos de carbono de los cereales para poder seguir funcionando, si te pasas el día entero comiendo pan te vas a poner como una vaca burra.
Pero por suerte hay panes y panes, y una caloría no es siempre una caloría. Porque no es lo mismo un pan blanco reluciente que uno integral y negro, ¿verdad? He ahí la cuestión. Porque, ¿qué es más saludable para el espíritu, digo para el cuerpo, dejarse llevar por el paladar o tomar las armas de la información contra un mar de publicidad engañosa y, haciéndole frente, acabar con ella?
Por definición, el pan integral es aquel que se elabora con harina integral. 100%. Es decir, la harina que se obtiene cuando se muele directamente el grano de trigo, sin ningún proceso previo, incluyendo la cáscara o salvado y el germen de trigo. No es una harina refinada. ¿Cuáles son las ventajas de la una frente a la otra? Bueno, resumiendo en pocas palabras, el pan integral tiene un color feo y debido a esto siempre se ha asociado con las clases pobres de la población, frente al pan blanco y puro que sólo se podían permitir los ricos. Comer pan blanco, poner pan blanco en la mesa, era una señal de estatus social y poder económico, frente a los mendrugos esos "sucios" que comía la plebe, y que a menudo estaban hecho con harina de ¡centeno! Centeno, por Dios. Además, al eliminar la fibra se obtienen panes con fechas de caducidad más amplias.
Pero el pan integral es mucho más sano que el elaborado a base de harinas refinadas, por mucho que sea menos estético a la vista. (También alguien me dijo el otro día que las gambas peladas parecen gusanos y no por ello vamos a desterrarlos de nuestra dieta, menudos revueltos de espárragos y ajetes nos iban a salir, pero es verdad que son feas de narices). Mucho más sano porque contiene una mayor cantidad de fibra (sobre todo en sus versiones industriales). La fibra aumenta la sensación de saciedad (lo cual resulta especialmente interesante cuando uno tiene propensión a zamparse las rebanadas a pares o triples) y retrasa la descomposición de los hidratos de carbono en azúcares en el hígado, lo cual evita los picos de insulina en sangre. Pero a lo que voy. Llena más. Y el cuerpo necesita gastar más energía para digerirlo, por lo que en comparación engorda menos. Y para alguien con tendencia a convertirse en una foca de las regiones polares, que me como una aceituna y se me instala durante un año en las caderas, ya es razón más que suficiente para incluirlo en la dieta.
El problema principal es que, como ya he comentado en alguna otra ocasión, el pan integral que se vende ahí afuera no es integral. No por definición. Un alto porcentaje de ellos no se elaboran con harina integral, sino con harina refinada a la que luego se añade salvado de trigo en diferentes cantidades. A día de hoy, el Gobierno está en proceso de elaborar una ley que obligará a las empresas y panaderas a especificar qué cantidad de harina integral llevan los denominados "panes integrales", con lo que podremos encontrarnos etiquetas del tipo "pan 25% integral" o "pan 60% integral".
Pero, ¿qué podemos encontrarnos a día de hoy en el Mercadona de la esquina, que está ahí justo en la esquina y el sitio más adecuado para deambular por los pasillos en un ataque de aburrimiento?
Continuará...
Referencias:
-) Wikipedia:
Harina de trigo
-) El País:
Ley del pan integral